lunes, 28 de febrero de 2011

Malos tiempos para la clínica

  Hace unos días, nuestro pensante y admirado compañero Miguel, escribió en su blog Psiquiatría Pitiusa un interesante post sobre cómo actúa nuestro cerebro mientras leemos. Afirmaba que el cerebro “hace "aproximaciones de lo que la masa de símbolos gráficos (el texto escrito) quiere decir. Vemos trocitos y lo que está en medio lo imaginamos. Así pues, cuando leemos primero imaginamos lo que vamos a leer, “deliramos” sobre el texto que estamos leyendo y, si tiene sentido lo imaginado con lo que vemos claro, seguimos adelante”.

  Repasando ayer mi google reader distraídamente “leí” el título de una entrada que rezaba “Máxima presión clínica” pero cuando abrí el blog para leer la entrada completa me dí cuenta que el título era en realidad “Próxima sesión clínica”. Pensé que era una buena idea para mi primer post en Medicina Subclínica.
  Fuera por el cansancio, la escasa iluminación, mi presbicia creciente o simplemente un lapsus del giro angular de mi cerebro, lo cierto es que como dice Miguel, deliré lo que leía pues para mí tenía sentido lo imaginado y eso me hizo añadir un contenido al título que le era completamente ajeno
  Hace dos meses he dado por terminado mi trabajo para la sanidad pública. Ha sido una decisión difícil que he debido ponderar muy despacio y a fondo. El sueldo apenas ha tenido peso evidentemente pues siempre ha sido el mayor acicate para salir corriendo. Quizá haya prolongado casi 20 años mi dedicación gratuita a los pacientes para devolver al estado la inversión que hizo pagándome parte de mi formación. También he intentado dar una atención de calidad a todo aquel que no podía costeársela por una convicción ideológica. Pero mi trabajo, inicialmente bonito y eficaz se ha ido tornando con el tiempo en la trinchera clínica que he tenido que abandonar. Factores como la “Próxima sesión clínica” (máxima presión asistencial)la mediocridad y desinterés de muchos responsables y gestores, la burocratización extrema, la terquedad (a veces cumpliendo criterios de sadismo) de muchos tribunales de la Seguridad Social que valoran la incapacidad laboral maltratando a muchos pacientes psiquiátricos para encontrar a ese maldito 5% de IT's fraudulentas que les obsesiona, la falta de inversiones, la querulancia de algunos pacientes que no entienden que el queso es para todos y que es el médico quien tiene que repartirlo, la falta de expectativas profesionales y una larga lista de otras consideraciones que quizá haga en otro blog, me han llevado a abandonar el ámbito público.
  Se ha escrito mucho recientemente cómo la reducción de sueldos en las administraciones públicas puede condicionar en los próximos meses una fuga de talentos hacia la actividad privada. No es mi caso. Ni por el talento (se me ha supuesto pero no soy consciente de tenerlo) ni por la reducción de sueldo. Como muchos otros compañeros lo que me ha animado a salir son otros factores. El más importante: la idea de que el único cambio sanitario que se puede estimar a corto y medio plazo es que empeore.
  El exministro de sanidad Bernat Soria daba hace unos días 5 años de supervivencia a la sanidad pública como si se confirmara su cáncer inexorable. El exconsejero de sanidad de Madrid Juan José Güemes promulgó hace poco la conveniencia de que la administración deje la sanidad en manos privadas. Ambos han sido gestores de la sanidad pública. ¿No os parece que algo huele muy mal?. Pero, en medio de tanto hedor, ¿no sería mejor que alguien pensara más en los médicos, las enfermeras, el personal administrativo etc cuya actividad laboral no dista mucho de la de los soldados en una trinchera?
  Soy exfumador pero me sigue gustando el olor del tabaco. Quizá tenga una tendencia a seguir apreciando lo que dejo. Por eso apoyaré, ya desde fuera, a todos los compañeros que siguen en la brecha animados por su romanticismo y su entrega. 
  De momento voy a intentar pedir a los amigos de Golpes Bajos una canción que se titule “Malos tiempos para la clínica”. Al menos cantando se ahogarán algunas penas en la trinchera.