lunes, 9 de diciembre de 2013

#nosinevidencia

Ante las últimas novedades relacionadas con el tema de la homeopatía, un grupo de profesionales hemos decidido redactar un escrito a modo de manifiesto . Si estas interesado en participar puedes comentar y dar tu apoyo en el blog destinado a tal fin http://nosinevidencia.wordpress.com/ . 

MANIFIESTO:
La evidencia científica es uno de los pilares sobre los que se asienta la medicina moderna. Esto no siempre ha sido así: durante años, se aplicaron tratamientos médicos sin comprobar previamente su eficacia y seguridad. Algunos fueron efectivos, aunque muchos tuvieron resultados desastrosos.

Sin embargo, en la época en la que más conocimientos científicos se acumulan de la historia de la humanidad, existen todavía pseudo-ciencias que pretenden, sin demostrar ninguna efectividad ni seguridad, pasar por disciplinas cercanas a la medicina y llegar a los pacientes. 

Los firmantes de este manifiesto, profesionales sanitarios y de otras ramas de la ciencia, periodistas y otros, somos conscientes de que nuestra responsabilidad, tanto legal como ética, consiste en aportar el mejor tratamiento posible a los pacientes y velar por su salud. Por ello, la aparición en los medios de comunicación de noticias sobre la apertura de un proceso de regulación y aprobación de medicamentos homeopáticos nos preocupa como sanitarios, científicos y ciudadanos, y creemos que debemos actuar al respecto. Las declaraciones de la directora de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) asegurando que “no todos los medicamentos homeopáticos tienen que demostrar su eficacia” y que “la seguridad no se tiene que demostrar con ensayos clínicos específicos” no hacen sino aumentar nuestra preocupación.
Por lo tanto, solicitamos:
1. Que no se apruebe ningún tratamiento que no haya demostrado mediante ensayos clínicos reproducibles unas condiciones de eficacia y seguridad al menos superiores a placebo. La regulación de unos supuestos medicamentos homeopáticos sin indicación terapéutica es una grave contradicción en sí misma y debe ser rechazada. Si no está indicado para nada ¿para qué hay que darlo?.
2. Que la AEMPS retire de la comercialización aquellos fármacos, de cualquier tipo, que pese a haber sido aprobados, no hayan demostrado una eficacia mayor que el placebo o que presenten unos efectos adversos desproporcionados.
3. Que el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad persiga a aquellas empresas que atribuyen cualidades curativas o beneficiosas para la salud a sus productos sin haberlo demostrado científicamente.

4. Que el Consejo General de Colegios de Médicos de España / Organización Médica Colegial, en cumplimiento del artículo 26 del Código de Deontología Médica, desapruebe a los facultativos que prescriban tratamientos sin evidencia científica demostrada.

jueves, 22 de agosto de 2013

La adolescencia: un terreno abonado para las toxicomanías

  
  Nunca ha sido sencillo abordar el consumo de tóxicos en la población adolescente de una forma aséptica y objetiva. A lo largo de las últimas décadas han sido numerosos los enfoques que se han empleado para su tratamiento (directivos, educativos, coercitivos, punitivos, moralizadores etc) que no han hecho sino incrementar la confusión existente, facilitar una comprensión superficial del problema así como obtener una escasa eficacia terapéutica y preventiva.
  La adolescencia es la etapa con mayor riesgo para iniciar el consumo de sustancias. Sin embargo este hecho, ignorado hasta hace relativamente pocos años por la investigación científica, sigue siendo hoy un terreno poco explorado.
  Finalizada la infancia, la adolescencia constituye una segunda y última “convocatoria” para que el individuo pueda resolver sus conflictos internos y alcanzar una estructura sana y adulta de personalidad.
  En esta etapa acontecen muchos cambios de una manera torrencial. El adolescente abandona el pensamiento concreto del niño y comienza a desarrollar el pensamiento abstracto y flexible del adulto. Experimenta enormes cambios en su anatomía y fisiología. Pero su mayor encrucijada radica en la ambivalencia que siente entre la necesidad de prolongar su infancia y la necesidad de obedecer al imperativo de dejar atrás su posición dependiente infantil. Esto es, en su dificultad para optar por una identidad propia y adulta.
  El adolescente lucha contra sus padres y demás figuras de autoridad pues proyecta sobre ellos sus propias necesidades de dependencia. Opta por pensar “ellos quieren que siga siendo un niño pequeño” porque no puede aceptar que es él quien realmente teme las consecuencias de dejar de ser un niño. Esto genera una alternancia entre ataques y estados de sometimiento frente a sus padres. Normalmente los progenitores muestran perplejidad por la conducta irracional e injustificada y adoptan una posición hostil frente al hijo lo que genera una contaminación en su relación y cierra un círculo de irracionalidad que perjudica a todos. Pero no es sencillo ver que que tales ataques no son mas que una representación externa de los conflictos internos del adolescente. Éste emplea a sus padres como “sparrings” afectivos fiables porque “sabe” que no le van a dejar aunque en realidad lo haga porque “sabe” que él no les va a dejar.
  La adolescencia es una etapa emocionalmente caótica en la que el sujeto necesita llevar a cabo una profunda reorientación de su interior y de sus patrones de relación interpersonal sin contar, en cambio, con un modelo de identificación alternativo a los padres que resulte válido y claro. Por eso emplea el método de “ensayo/error” y busca nuevas identificaciones y alianzas indestructibles con sus compañeros y amigos, su nueva "tribu", que validen sus elecciones y cambios y le provean, a la vez, de unos sentimientos de invulnerabilidad y omnipotencia que le permitan ocultar ante su conciencia su terrible fragilidad e inseguridad. Es precisamente esto lo que hace que incurra en conductas de riesgo, como probar sustancias tóxicas, y busque constantemente nuevas sensaciones sin evaluar, en cambio, adecuadamente el peligro en el que incurre.
 Debemos destacar la elevada incidencia encontrada de varios trastornos psiquiátricos (trastornos de personalidad, trastornos afectivos con ideación suicida, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, trastornos por ansiedad y trastornos de conducta esencialmente) en adolescentes que abusan o dependen de tóxicos. Todos los cambios que se experimentan en esta etapa de la vida aumentan la vulnerabilidad frente al estrés, la frustración y la ansiedad. Estos hechos promueven el uso de sustancias a modo de automedicaciones ensayadas al azar pero que finalmente son seleccionadas por su efecto emocional y cognitivo. Así, después de probar el efecto de distintos tóxicos el fóbico optará probablemente por el alcohol, el ansioso por el cannabis, el depresivo o el hiperactivo por los psicoestimulantes o el agresivo o el pasivo dependiente por los opiáceos.
  Es evidente que el uso de estas sustancias aleja al adolescente de la resolución real de su conflicto, promueve su fracaso escolar, provoca su descarrilamiento personal y le introduce en circuitos de marginalidad que, eventualmente, puede llevarle hasta la delincuencia.
  Todo lo dicho hace absurdo el abordaje de un abuso adolescente de sustancias con medidas extendidas y clásicamente ineficaces como son las estrictamente conductuales o aquellas fundamentadas en paradigmas morales (“como el paciente es el responsable del problema también debe serlo de la solución”).
  Más que en cualquier otra población, con los adolescentes debemos esforzarnos en entender qué hay detrás del problema aparente y formular una solución ajustada y comprensiva del problema real subyacente.
  No es suficiente con etiquetar al adolescente consumidor con un código DSM 5 y aplicarle un tratamiento estándar. Es demasiado lo que está en juego y escaso el tiempo que tenemos para actuar. Una vez que la conducta se consolida es mucho más difícil promover un cambio.
  Una intervención acertada a tiempo puede reorientar una trayectoria errada y evitar la destrucción de la vida futura del adolescente y de su familia. Por el contrario, un error o una dilación en el tratamiento pueden tener consecuencias catastróficas. Lamentablemente, este hecho se repite todavía hoy con demasiada frecuencia. 

jueves, 13 de junio de 2013

La personalidad: ¿cara oculta de la psiquiatría?

(después de mucho tiempo sin publicar nada he aprovechado un artículo mío que salió hace unos días en El País para el que no lo pudiera leer) 

El estudio de la personalidad apenas resulto atractivo para la psiquiatría hasta la década de los años 80. Antes era considerada una materia marginal que carecía de interés científico.  Sin embargo, su papel modulador en los trastornos mentales e, incluso en muchas enfermedades médicas, ha sido progresivamente reconocido. La personalidad afecta a la totalidad de las áreas de funcionamiento del ser humano, es su columna vertebral. Un paciente con rasgos borderline o límite de personalidad muestra una impulsividad y una inestabilidad que pueden provocar su despido laboral y aislamiento. Un paciente diabético, hipertenso o epiléptico va a cumplir de forma estricta su tratamiento médico cuando tiene rasgos obsesivos de personalidad. Un paciente dependiente, por el contrario, va a evolucionar peor al no responsabilizarse del cumplimiento. Elnarcisismo en un paciente esquizofrénico va a empobrecer su pronóstico pues va generar negación de sus propios problemas y de la necesidad de ayuda. Un paciente fóbico con un cáncer incipiente aplazará el diagnóstico y convertirá en mortal una enfermedad que, en caso de haberse tratado a tiempo, podría haber sido curada.
No obstante, estos rasgos pueden ser graves y persistentes y alcanzar la categoría de trastorno de personalidad, diagnóstico presente en el 40-60% de los enfermos mentales y el más frecuente en la psiquiatría actual. Los factores que determinan nuestra forma de ser derivan esencialmente de nuestros genes, nuestra biografía, nuestra influencia cultural y la forma de interpretar las experiencias que tenemos. Sobrevalorar o minusvalorar cualquiera de estas dimensiones puede conducir a concepciones erróneas así como a dogmáticos y estériles reduccionismos.
Hoy basamos la clasificación de los trastornos de personalidad en los criterios de la DSM IV TR(Sociedad Americana de Psiquiatría) y de la CIE10 (Organización Mundial de la Salud) que, aunque muestran algunas diferencias entre sí, son muy similares. Podemos agrupar los trastornos de personalidad en tres grades grupos:
  • Grupo A: Incluye las personalidades “raras” o excéntricas (esquizotípica, esquizoide y paranoide).
  • Grupo B: Incluye las personalidades dramatizadoras, erráticas e hiperemocionales (antisocial, histriónica, límite y narcisista).
  • Grupo C: Incluye las personalidades ansiosas y temerosas (evitativa, dependiente  y obsesivo-compulsiva). 
De ellas, las personalidades del grupo A son las que tienen una mayor gravedad por mostrar una pobre respuesta a los tratamientos y las del grupo C son las que cuentan con menores repercusiones por implicar en general una mejor adaptación al medio que el resto. El grupo B es el que registra más cambios en los últimos años (especialmente en los trastornos antisociales, borderline y narcisista de personalidad).  Por un lado, la prevalencia de estos trastornos en sociedades desarrolladas está creciendo, acaso por factores sociales y culturales y, por otro, la investigación ha alcanzado importantes logros respecto a las herramientas piscofarmacológicas y psicoterapéuticas que hemos ido incorporando. 
La profundización en el conocimiento biológico de estas enfermedades permite hoy tratamientos que mejoran, entre otros, los aspectos emocionales, el control de los impulsos, las conductas violentas y la estabilidad del ánimo de estos pacientes, y reducen además los efectos secundarios.
La estabilización clínica y la mejoría del estado basal de estos pacientes ha incrementado también la eficiencia de las técnicas psicoterapéuticas lo que, en conjunto, ha mejorado notablemente la calidad de vida en estas enfermos, su integración social, su estabilidad laboral y social así como una restructuración estable y duradera de su personalidad.
Tener hoy un trastorno de personalidad ha dejado de suponer que el paciente vea rota su propia vida o la de sus seres queridos. Los avances recientes nos permiten ver ahora el problema con mayor optimismo. Podemos decir con tranquilidad que la personalidad ya no constituye ni va a constituir la cara oculta de la psiquiatría.